Miguel López | Agricultura y Sostenibilidad: Retos y Realidades en Andalucía

Miguel López Sierra, agricultor y líder agrario, comparte su visión sobre la agricultura, sostenibilidad, retos económicos y la importancia de la calidad alimentaria en Andalucía.

COMUNICACIÓN, SOCIEDAD Y ACTIVISMO

brown wheat field under blue sky during daytime
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La vida en el campo: Vocación, desafíos y futuro de la agricultura andaluza

La agricultura es mucho más que una profesión: es una forma de vida, una herencia cultural y un pilar fundamental para la sociedad. Miguel López Sierra, agricultor de La Barca de la Florida y secretario general de COAG Andalucía, comparte su experiencia y visión sobre el presente y futuro del campo, abordando temas como la importancia de la producción de alimentos, los retos medioambientales, el papel de la mujer, la presión de los mercados y la necesidad de una gestión sostenible de los recursos.

Orígenes y vocación agrícola

Miguel López Sierra se presenta como un agricultor de vocación, con una explotación familiar en la que la maquinaria y los recursos se comparten de manera conjunta. Su vida transcurre entre parcelas, faenas y la gestión de la tierra, pero también asume responsabilidades sindicales como secretario general de COAG Andalucía, una organización que nació junto a la democracia española para vertebrar el campo y defender el modelo social y profesional de la agricultura.

La agricultura, según Miguel, es una profesión que otorga libertad y satisfacción. La libertad de organizar el propio trabajo, de decidir el ritmo y de sentir que el esfuerzo se traduce en algo tan esencial como la producción de alimentos. Para él, producir alimentos de calidad y con seguridad alimentaria es un motivo de orgullo y una responsabilidad hacia el consumidor, que no es un ente abstracto, sino la propia familia, los hijos y nietos sentados a la mesa.

El valor de la producción de alimentos

Satisfacción y responsabilidad

Producir alimentos es, para Miguel, una de las tareas más nobles y satisfactorias. No se trata solo de obtener un beneficio económico, sino de entregar a la sociedad un bien preciado, fruto del trabajo y el respeto por la tierra. La calidad y la seguridad alimentaria son prioridades, porque lo que se produce en el campo acaba en los hogares de todos.

El agricultor andaluz destaca la importancia de mirar al consumidor desde la empatía, pensando en lo que uno mismo querría para su familia. Esta perspectiva exige mantener altos estándares de calidad y responder a las demandas sociales, porque la alimentación es un derecho y una necesidad básica.

El sistema económico y la presión sobre el campo

Sin embargo, el sistema económico actual es, en palabras de Miguel, “depredador”. Obliga a los agricultores a no parar, a mecanizarse y sobredimensionarse para sobrevivir en un mercado cada vez más competitivo. El riesgo de ruina es real para quienes no pueden adaptarse, y esto tiene consecuencias no solo económicas, sino también sociales y medioambientales.

El campo está sometido a la intemperie, a la variabilidad climática y a la presión de los mercados. No hay dos años iguales, y acertar en las decisiones es cada vez más difícil. A pesar de ello, la vocación y el compromiso con la tierra siguen siendo motores fundamentales para quienes, como Miguel, han dedicado toda su vida a la agricultura.

El papel de la mujer en la agricultura

Trabajo y conciliación

Miguel subraya el papel imprescindible de la mujer en el campo, tanto históricamente como en la actualidad. Las tareas agrícolas son duras, pero hay mujeres que trabajan a la par de los hombres, tanto en la gestión como en el trabajo físico. Sin embargo, la conciliación con la vida familiar y la gestión del hogar sigue recayendo mayoritariamente sobre las mujeres, una realidad cultural que debería evolucionar hacia un mayor equilibrio.

La presencia femenina en el campo no solo es necesaria para la continuidad de la actividad agrícola, sino que también aportaría una visión más comprensiva y menos agresiva al modelo de producción. Un mayor equilibrio de género podría contribuir a una mayor valoración del producto y a una producción más sostenible.

Obstáculos para la venta directa y la valorización del producto

La venta directa entre productor y consumidor sería, según Miguel, una opción ideal para revalorizar los productos y acercar el campo a la sociedad. Sin embargo, la realidad es que la mayoría de los agricultores no están cerca de grandes núcleos de población, y el sistema de distribución está privatizado y orientado a favorecer a las grandes cadenas.

El marco jurídico y político europeo potencia la distribución, relegando a productores y consumidores a un papel secundario. Esto dificulta la obtención de precios justos y la valorización del trabajo agrícola, generando una sensación de impotencia y desprotección entre los agricultores.

Retos medioambientales y sostenibilidad

El impacto del cambio climático

Uno de los grandes desafíos del campo es la gestión del medio ambiente y la adaptación al cambio climático. Miguel advierte que estamos obligando al planeta por encima de sus posibilidades, poniendo en riesgo la sostenibilidad para las generaciones futuras. El calentamiento global, la sequía, las lluvias torrenciales y la erosión son problemas cada vez más frecuentes que afectan directamente a la producción agrícola.

La agricultura debe ser parte de la solución, adoptando prácticas más sostenibles y respetuosas con el entorno. Sin embargo, las políticas medioambientales europeas, como el Pacto Verde, a menudo imponen cargas burocráticas y exigencias difíciles de cumplir para los agricultores, sin ofrecer compensaciones ni reconocer las diferencias entre la producción local y las importaciones de terceros países.

La gestión del agua: un recurso vital

El agua es un recurso limitado y esencial para la agricultura. Miguel defiende la necesidad de una gestión integral y eficiente del agua, que contemple la construcción de embalses, la modernización de los sistemas de riego y el control sobre la extracción de acuíferos. La sobreexplotación y el uso irresponsable del agua, tanto en la agricultura como en otros sectores como el turismo, ponen en peligro la viabilidad del sistema productivo y la estabilidad de los mercados.

La gestión del agua debe orientarse al ahorro, la contención y el máximo aprovechamiento, garantizando el tejido productivo y la continuidad de la actividad agrícola. Además, es necesario que quienes se benefician del recurso, incluidos los usuarios externos, contribuyan a su gestión y mantenimiento.

La globalización y la competencia desleal

Importaciones y desigualdad de condiciones

Uno de los temas más controvertidos para los agricultores europeos es la competencia de productos importados de terceros países. Miguel denuncia la desigualdad de condiciones en términos de salarios, normativas medioambientales y controles de calidad. Mientras que los agricultores locales deben cumplir estrictas regulaciones, los productos importados a menudo no están sujetos a los mismos estándares, lo que genera una competencia desleal y hunde los precios en los mercados locales.

La falta de control sobre los contingentes, los precios de entrada y la trazabilidad de los productos importados desestabiliza el mercado y pone en riesgo la renta de los agricultores. Además, la globalización del comercio alimentario tiene un impacto ambiental significativo, con productos que recorren miles de kilómetros y generan una huella de carbono considerable.

El papel de la distribución y los mercados financieros

El sistema de distribución y los mercados financieros son, según Miguel, los grandes beneficiarios del modelo actual. Los productores y consumidores quedan relegados, mientras que la distribución concentra el poder y los beneficios. La alimentación, advierte, no puede quedar en manos de unos pocos grupos agroexportadores y fondos de inversión, porque está en juego la seguridad alimentaria y la salud pública.

La agricultura debe ser considerada una actividad de interés general, y la alimentación debe estar protegida por un marco regulatorio que garantice la calidad, la seguridad y la sostenibilidad. De lo contrario, corremos el riesgo de perder la soberanía alimentaria y depender de intereses ajenos a la sociedad.

Precios justos y reconocimiento social

La lucha por un precio razonable

Los agricultores reclaman un precio justo por sus productos, que reconozca el valor del trabajo y permita mantener la actividad. Las huelgas y movilizaciones recientes en toda Europa son el reflejo de un malestar profundo, fruto de una planificación que no tiene en cuenta la realidad del sector y de una presión constante sobre los productores.

Miguel insiste en que la lucha debe tener un propósito colectivo y no egoísta. La justicia social implica que quienes trabajan reciban una compensación adecuada, y que el modelo agrícola sea sostenible y generador de empleo en el medio rural.

El arraigo cultural y el reconocimiento social

A pesar de las dificultades, la sociedad valora el trabajo del campo, especialmente en momentos de crisis como la pandemia. El arraigo cultural y la conexión con el mundo rural siguen presentes, incluso entre quienes viven en las ciudades. Los productos locales, la tradición y la calidad son motivos de orgullo y de identidad para muchas familias.

La modernización de la agricultura, con la incorporación de maquinaria y tecnología, no debe ocultar la dureza y la dedicación que exige el trabajo en el campo. El reconocimiento social es importante, pero debe ir acompañado de políticas que garanticen la viabilidad y la dignidad de la profesión.

La gestión integral del territorio

El equilibrio entre desarrollo y sostenibilidad

El desarrollo turístico y urbano en las zonas rurales plantea nuevos retos para la gestión del agua y los recursos naturales. Miguel critica la falta de planificación y la tendencia a priorizar el crecimiento sin tener en cuenta la infraestructura existente y la sostenibilidad a largo plazo. La gestión integral del territorio debe buscar el equilibrio entre el desarrollo económico y la conservación de los recursos, evitando la sobreexplotación y el deterioro ambiental.

La legalización y documentación de los usos del agua, la modernización de los sistemas de riego y la diversificación de las fuentes de abastecimiento son medidas necesarias para garantizar la estabilidad del sistema productivo y la continuidad de los mercados.

La importancia de la estabilidad y la continuidad

La agricultura necesita estabilidad y continuidad para poder planificar y mantener su presencia en los mercados. La pérdida de un mercado puede ser irreversible, y la alternancia entre años buenos y malos dificulta la supervivencia de las explotaciones. La revisión y adaptación de las normativas, así como el control sobre los usos ilegales, son imprescindibles para asegurar un futuro sostenible para el sector.

Cultura, ocio y vida personal en el campo

Tradiciones, música y gastronomía

La vida en el campo no es solo trabajo. Miguel comparte su afición por el flamenco, la gastronomía tradicional y el contacto con los animales. El flamenco es una pasión que le emociona y que considera parte esencial de la identidad andaluza. La gastronomía, con platos sencillos y sabrosos como los huevos fritos con cebolla o el pollo de su abuela, es otro de los placeres que ofrece la vida rural.

El contacto con los animales, desde las vacas hasta los gatos y gallinas, forma parte de su día a día y refuerza el vínculo con la naturaleza. La radio, más que la televisión, es su medio preferido para informarse y aprender, valorando la profundidad y profesionalidad de la palabra hablada.

El campo como espacio de desconexión

El campo es también un lugar para desconectar del mundo, para disfrutar de la soledad y la tranquilidad. Miguel encuentra satisfacción en tareas como la preparación del terreno para la siembra, incluso de noche, y en el simple placer de encender un cigarro al final de la jornada. La vida rural ofrece un ritmo diferente, más conectado con los ciclos naturales y con el propio esfuerzo.

Conclusión: Retos y esperanza para el futuro del campo

La agricultura andaluza enfrenta desafíos enormes: la presión de los mercados, la competencia desleal, la burocracia, el cambio climático y la gestión de los recursos. Sin embargo, la vocación, el compromiso y el arraigo cultural siguen siendo motores de esperanza y de resistencia.

El futuro del campo depende de la capacidad de adaptación, de la defensa de un modelo social y profesional, y de la implicación de toda la sociedad en la valoración y protección de la producción de alimentos. La alimentación es un bien de interés general, y su sostenibilidad es responsabilidad de todos.

La voz de agricultores como Miguel López Sierra nos recuerda que detrás de cada alimento hay una historia de esfuerzo, pasión y compromiso con la tierra y con la sociedad. Defender el campo es defender nuestro futuro.

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