Juan Carlos del Cerro | Vida y Vocación de un Fraile Dominico: Predicación y Comunidad

Descubre la historia vocacional, la misión de predicar y la vida comunitaria de un fraile dominico, junto a sus gustos personales y reflexiones sobre la fe y cultura.

EDUCACIÓN Y CIENCIA

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Un Viaje Vocacional: La Vida y Pasión de un Dominico

La vida religiosa es, para muchos, un misterio envuelto en hábitos, rezos y una rutina aparentemente distante de la cotidianidad. Sin embargo, detrás de cada vocación hay una historia humana, llena de matices, anhelos y decisiones profundas. En este artículo, exploramos la experiencia vital de un fraile dominico español, desde sus raíces familiares hasta su día a día, pasando por su visión de la predicación, la comunidad, y los pequeños placeres que dan sabor a la vida.

Orígenes y Primeros Pasos

Nacido en Madrid, pero con el corazón en Ocaña, un pueblo de Toledo, nuestro protagonista creció entre dos mundos: la ciudad y la tradición rural. Su infancia transcurrió en Ocaña, donde la presencia de un convento dominico marcó su destino. Desde los 11 años, sintió el “gusanillo” de la vocación religiosa, una inquietud que fue madurando con el tiempo.

La decisión de ingresar en la Orden de Predicadores, conocida como los dominicos, no fue repentina. Fue el resultado de una inquietud persistente, una llamada interior que, como él mismo explica, es difícil de racionalizar: “Es como cuando le preguntas a alguien por qué se ha casado con esa persona. Porque le quiero, porque le he conocido, porque me sale de dentro”. Así, la vocación se presenta como una respuesta a una llamada profunda, que los cristianos identifican como la voz de Dios.

El Camino de la Vocación

El proceso de formación comenzó en el seminario menor de los dominicos, en la llamada escuela apostólica. Allí, en el colegio de Arca Reales, empezó a forjarse su historia vocacional, que culminaría en la entrada oficial en la orden y la ordenación sacerdotal.

La vocación, lejos de ser una imposición, fue una opción libre, nacida de una inquietud que se fue consolidando con los años. La vida religiosa, en este sentido, es una respuesta a una llamada, una opción de vida que implica entrega, estudio y comunidad.

La Misión del Dominico: Predicar desde el Corazón

El Legado de Santo Domingo

La Orden de Predicadores fue fundada por Santo Domingo de Guzmán, un santo español del siglo XI, convencido de la necesidad de una nueva predicación en la Iglesia. Su visión era clara: crear una institución dedicada a la predicación, a anunciar el Evangelio con profundidad y autenticidad.

El dominico, por tanto, es ante todo un predicador. Pero, ¿qué significa predicar? No se trata solo de hablar en público o de transmitir ideas, sino de compartir una experiencia viva de Dios. Como dice San Pablo, “no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo”. La predicación auténtica nace de la oración, de la comunión con el Señor, de un conocimiento que no es solo intelectual, sino también del corazón.

Los Tres Pilares del Dominico

La vida dominica se sostiene sobre tres pilares fundamentales:

1. Oración y Experiencia de Dios

La oración es el primer pilar. Es en la intimidad con Dios donde el predicador encuentra la fuerza y la inspiración para su misión. No se trata solo de rezar, sino de cultivar una relación viva y profunda con el Señor, que se traduce en autenticidad al predicar.

2. Estudio y Formación

El estudio es el segundo pilar. Santo Domingo insistía en la importancia de la formación, especialmente en la Sagrada Escritura. El dominico debe conocer la Palabra de Dios, pero también tener una actitud reflexiva ante el mundo: entender sus desafíos, inquietudes y buscar respuestas desde el Evangelio. El estudio no es solo acumulación de conocimientos, sino una actitud de apertura y búsqueda constante.

3. Vida Comunitaria

El tercer pilar es la vida comunitaria. Los dominicos viven en comunidad, porque la comunión es la esencia de la vida cristiana. La fe no se vive en solitario, sino en fraternidad, compartiendo la vida, los retos y las alegrías. La experiencia de la vida común es fundamental para el predicador, porque solo quien ama y vive en comunión puede testimoniar el amor de Cristo.

Sabores y Placeres Cotidianos

El Gusto por la Buena Mesa

Lejos de la imagen ascética, nuestro fraile confiesa su amor por la buena comida, especialmente cuando se comparte en familia o con amigos. “Para mí, el mejor sitio es una casa con unos amigos, un buen plato, un buen vino y una buena conversación”. Hijo de una cocinera excepcional y de un padre aficionado a la cocina, la gastronomía tiene un lugar especial en su vida.

Aunque no se considera un gran cocinero, se defiende con platos sencillos como macarrones o algún guiso en olla exprés. Sus preferencias culinarias incluyen la pasta y los platos de cuchara, especialmente en invierno: cocido, puchero, verza, patatas… Y, por supuesto, la tortilla de patata, con o sin cebolla, aunque reconoce que hay tortillas con cebolla que son una delicia.

Entre la Televisión y la Música

A pesar de su apretada agenda, prefiere la televisión al cine, una inclinación generacional. Disfruta de series históricas, como las dedicadas a Isabel la Católica o Carlos V, y de películas que invitan a la reflexión, como “La sombra de la libélula”, que aborda temas profundos sobre la vida y el más allá.

En cuanto a la música, su gusto es ecléctico: pop, música clásica, jazz, pero no heavy metal. Mecano ocupa un lugar especial en su corazón, y la música clásica le ayuda a encontrar serenidad en medio del estrés cotidiano.

El Amor por los Libros

Como buen dominico, siente un profundo amor por los libros, no solo de teología. Cree firmemente que la lectura amplía los horizontes y ayuda a comprender mejor la vida y a los demás. Cita a Santo Tomás de Aquino: “Teme al hombre que solo conoce un libro”, subrayando la importancia de la diversidad de lecturas.

Entre sus recomendaciones, destaca las novelas históricas de Jesús Sánchez Adalid, que combinan rigor histórico con un mensaje profundo, y que considera ideales para el público general.

El Cuidado del Cuerpo y el Espíritu

El Placer de Caminar y el Amor por la Naturaleza

Aunque no se considera deportista, disfruta de caminar a diario, tanto por salud como por placer. La montaña y el senderismo ocupan un lugar especial en su vida, especialmente durante su etapa en Cáceres, donde participaba en rutas de senderismo por la hermosa naturaleza de Extremadura.

Los Perros y la Tradición Dominica

El amor por los perros tiene una curiosa conexión con la tradición dominica. Según la leyenda, la madre de Santo Domingo soñó que de su vientre salía un perro con una antorcha, símbolo de la misión evangelizadora de su hijo. Por eso, a Santo Domingo se le representa con un perro a sus pies, y a los dominicos se les llama, en un juego de palabras, “los perros del Señor”. Nuestro fraile confiesa su simpatía por los perros, en sintonía con esta tradición.

Lugares y Sueños de Viaje

Ciudades con Encanto

Entre sus ciudades favoritas destaca Sevilla, donde vivió un año durante su noviciado. La ciudad, con su historia, su arte y su ambiente, le resulta especialmente atractiva, hasta el punto de sentirse “como pez en el agua” cada vez que la visita.

París es otro de sus destinos soñados, así como cruzar el Atlántico para conocer Estados Unidos, Nueva York o algún país de Hispanoamérica. El deseo de viajar refleja una mente abierta y curiosa, siempre dispuesta a descubrir nuevos horizontes.

El Mar y la Paz Interior

Su rincón preferido es cualquier lugar donde se pueda contemplar el mar, especialmente al atardecer. La visión de una puesta de sol sobre el agua le llena de paz y le recarga de energía, una experiencia que describe como “esponjante”.

La Importancia de la Fiesta y la Comunidad

Las fiestas populares, especialmente las de su pueblo el 8 de septiembre, ocupan un lugar especial en su corazón. Aunque hace años que no puede asistir, las recuerda con cariño. Para él, las fiestas son momentos de compartir, de convivir y de estar entre la gente, algo fundamental en su misión como dominico.

Reflexiones Finales: Una Vida Plena y Compartida

La vida de un dominico, lejos de ser monótona o aislada, es una aventura llena de sentido, comunidad y pasión. La vocación no es una renuncia, sino una elección consciente de entrega, estudio y fraternidad. La predicación, entendida como compartir la experiencia viva de Dios, es el eje de su existencia.

Pero, más allá de la misión religiosa, hay una vida cotidiana rica en matices: el placer de una buena comida, la música que serena el alma, los libros que abren la mente, el contacto con la naturaleza, el amor por los animales, el deseo de viajar y la alegría de compartir con los demás.

En definitiva, la historia de este fraile dominico es un testimonio de cómo la vocación puede integrarse plenamente en la vida, haciendo de cada día una oportunidad para crecer, amar y servir. La clave está en vivir con autenticidad, en comunidad y con el corazón abierto a Dios y a los demás.

Epílogo: La Vocación como Camino de Plenitud

La vocación religiosa, lejos de ser una vida de privaciones, es un camino de plenitud. Es la respuesta a una llamada interior, una opción de vida que se nutre de la oración, el estudio y la comunidad. Pero también es una vida llena de pequeños placeres, de encuentros, de cultura y de humanidad.

El testimonio de este dominico nos invita a mirar más allá de los estereotipos y a descubrir la riqueza de una vida entregada, pero profundamente humana. Una vida donde la fe y la alegría, el compromiso y el disfrute, la tradición y la apertura al mundo, se dan la mano en un viaje apasionante hacia el corazón de Dios y de los hombres.

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