Daniel Casares-Román: Viaje de un fotógrafo apasionado
Descubre el inspirador viaje de Daniel Casares, desde un niño creativo hasta un fotógrafo dedicado que equilibra estudios y trabajo profesional en el fotoperiodismo.
ARTE, CULTURA Y ENTRETENIMIENTO
El viaje de un fotógrafo: Vocación, creatividad y autenticidad
La vida de un fotógrafo está marcada por la búsqueda constante de la imagen perfecta, pero también por el desarrollo personal, la pasión y la autenticidad. Daniel Casares Román, fotógrafo de Jerez, nos comparte su historia, sus aprendizajes y su visión sobre la fotografía y la vida. A través de su relato, descubrimos cómo la vocación temprana, la creatividad y la capacidad de reinventarse son claves para forjar una carrera significativa y auténtica.
Una vocación temprana y el poder de la creatividad
Desde pequeño, Daniel supo que su camino estaba ligado al arte y la creatividad. Aunque no era un estudiante destacado en las materias tradicionales, brillaba en las asignaturas creativas. Su desinterés por las matemáticas y la lengua contrastaba con su entusiasmo por la plástica y las actividades artísticas. Los profesores, lejos de verlo como un problema, supieron identificar su potencial y le permitieron avanzar, reconociendo en él una chispa especial.
La creatividad de Daniel no se limitaba al aula. Desde niño, inventaba periódicos que vendía a sus compañeros y profesores, mostrando un espíritu emprendedor y una imaginación desbordante. Esta inclinación por crear y comunicar sería la semilla de su futura carrera.
El descubrimiento de la fotografía
El punto de inflexión llegó durante un viaje familiar a Mallorca, donde conoció a un primo aficionado a la fotografía. Por primera vez, Daniel vio la fotografía como algo más que un simple registro de recuerdos familiares. Descubrió que una cámara podía capturar la belleza de un atardecer, el movimiento de una ola o la poesía de una escena cotidiana. Esta revelación fue tan poderosa que, al regresar a casa, supo con certeza que quería ser fotógrafo.
A partir de ese momento, la fotografía se convirtió en su pasión. Ahorró para comprarse su primera cámara compacta y comenzó a experimentar, aprendiendo de manera autodidacta y desarrollando su propio estilo. Una de sus primeras fotos, una imagen de una roca con una flor y una cascada de fondo, le valió un premio en el colegio, confirmando que estaba en el camino correcto.
Formación y aprendizaje: El valor de los buenos maestros
La formación de Daniel continuó en el Instituto de la Granja en Jerez, donde tuvo la suerte de contar con docentes excepcionales. Estos profesores no solo le enseñaron los aspectos técnicos de la fotografía, sino que también le transmitieron el amor por el oficio y la importancia de la motivación. El ambiente en el instituto era propicio para el desarrollo de talentos, y Daniel supo aprovecharlo al máximo.
Durante su etapa en el instituto, Daniel y un grupo de compañeros se dieron cuenta de que muchos egresados talentosos terminaban en el paro. Decidieron entonces crear un plan: documentar todas las manifestaciones y eventos importantes de la ciudad para construir un portafolio sólido que les permitiera acceder al mundo profesional con ventaja. Así, comenzaron a codearse con fotógrafos de prensa reales, aprendiendo de ellos y publicando sus primeras fotos en periódicos locales.
El salto al fotoperiodismo profesional
La perseverancia y el trabajo constante dieron sus frutos cuando, con apenas 18 años, Daniel fue contratado por un periódico local. Este trabajo le permitió combinar sus estudios con la práctica profesional, enfrentándose a retos diarios y aprendiendo a resolver situaciones complejas en tiempo real. La experiencia en el periódico fue, según él, una segunda escuela donde pudo aplicar y perfeccionar todo lo aprendido.
En aquellos años, ser fotógrafo de prensa era algo especial. La profesión gozaba de un estatus particular y requería un dominio técnico y narrativo que iba más allá de apretar un botón. Daniel recuerda con nostalgia esa época dorada del fotoperiodismo, donde la responsabilidad y el honor profesional eran valores fundamentales.
La soledad creativa y el autoconocimiento
Uno de los aspectos más destacados de la carrera de Daniel es su preferencia por trabajar en solitario. Desde pequeño, desarrolló la capacidad de valerse por sí mismo, lo que le ha permitido afrontar la fotografía como un ejercicio de autoconocimiento. Para él, la soledad no es un obstáculo, sino una oportunidad para crecer, tomar decisiones y descubrir sus propios límites y capacidades.
El trabajo en solitario le ha enseñado a confiar en su intuición, a resolver problemas de manera autónoma y a conocerse profundamente. Esta introspección es, según Daniel, fundamental para cualquier persona, ya que permite tomar decisiones más acertadas y vivir de manera más plena.
La autenticidad como filosofía de vida
La autenticidad es un valor central en la vida y el trabajo de Daniel. Prefiere los lugares y experiencias genuinas, alejadas de las modas y artificios. Esto se refleja tanto en su fotografía como en su vida cotidiana. Por ejemplo, a la hora de elegir un lugar para comer, busca bares tradicionales donde el camarero apunte la cuenta con tiza en la barra, haya serrín en el suelo y el ambiente sea auténtico.
Esta preferencia por lo auténtico también se extiende a la cocina. Daniel se declara amante de los platos tradicionales, como el potaje de lentejas, y utiliza la tecnología a su favor para preparar guisos deliciosos. Para él, la modernidad solo tiene sentido si sirve para potenciar lo esencial, no para sustituirlo.
La música, la literatura y el consumo cultural
En cuanto a sus gustos culturales, Daniel es ecléctico y abierto. Escucha todo tipo de música, aunque reconoce que el reggaetón no es de su agrado. Sin embargo, es capaz de apreciar cualquier canción si está bien arreglada y producida. Considera que la música es un lenguaje universal que conecta a las personas y puede transformar estados de ánimo.
Respecto a la literatura, Daniel valora el contenido por encima del formato. Cree que lo importante es el mensaje, independientemente de si se accede a él leyendo, escuchando o viendo. Recomienda “Cien años de soledad” como una obra para disfrutar sin prisas, pero advierte que no toda la literatura es necesariamente positiva; lo esencial es la calidad del contenido.
El deporte y la ausencia de competitividad
A diferencia de muchos, Daniel nunca sintió atracción por el deporte competitivo. En su infancia, el deporte estaba asociado a la competencia, algo que nunca le motivó. Esta falta de espíritu competitivo le ha traído tanto ventajas como desventajas, pero ha aprendido a aceptarse tal como es. Más tarde descubrió deportes alternativos como el parapente o el paracaidismo, pero ya era tarde para desarrollar una afición.
El amor por los animales y la conexión con la naturaleza
Daniel siente un profundo amor por los animales y cree que tener un vínculo con ellos es fundamental para el desarrollo humano. Los animales, según él, nos enseñan lecciones valiosas que pueden aplicarse a la vida y la filosofía personal. Esta conexión con la naturaleza y los seres vivos es una fuente constante de inspiración y aprendizaje.
Viajes, lugares y la búsqueda de experiencias
Aunque ha viajado a muchos lugares, Daniel no se mueve tanto por destinos geográficos como por intereses temáticos. Le atraen las culturas, las religiones, las fiestas típicas y las formas de vida. Para él, lo importante es la experiencia y el aprendizaje que se obtiene al sumergirse en diferentes contextos, más que el lugar en sí.
Entre sus lugares favoritos menciona Brooklyn, por su equilibrio entre la tranquilidad y la cercanía a la gran ciudad, así como Ronda, Jerez y Cádiz, de las que está profundamente enamorado. También destaca países como México y Chile, que considera auténticos tesoros.
El rincón interior: sentirse en casa en cualquier parte
Para Daniel, el verdadero rincón especial está dentro de uno mismo. Cree que si se tiene riqueza interior, se puede estar a gusto en cualquier lugar. No siente nostalgia ni apego excesivo por su ciudad natal; disfruta plenamente del sitio donde se encuentra en cada momento. Esta actitud le permite adaptarse y disfrutar de la vida sin ataduras ni añoranzas.
Disfrutar de la vida como un turista en tu propia ciudad
Daniel ha aprendido a disfrutar de todas las fiestas y tradiciones de su entorno, pero siempre desde una perspectiva un poco ajena, como si fuera un turista en su propia ciudad. Esta mirada le permite apreciar las bondades de la comida, la música y las celebraciones sin perder la capacidad de asombro ni caer en la rutina.
Personas inspiradoras y la importancia de escuchar
Si pudiera elegir a tres personas para compartir una conversación, Daniel menciona a Carlos Delgado, músico y profesor; Andrés Morales Pérez, pintor y compañero de colegio; y a cualquier persona sin techo, cuya perspectiva considera valiosa e interesante. Para él, escuchar a los demás es una fuente inagotable de aprendizaje y enriquecimiento personal.
Reflexiones finales: pasión, autenticidad y crecimiento personal
La historia de Daniel Casares Román es un testimonio de cómo la pasión, la autenticidad y el autoconocimiento pueden guiar una vida plena y significativa. Su trayectoria nos enseña que el éxito no se mide solo en logros profesionales, sino en la capacidad de mantenerse fiel a uno mismo, de aprender de cada experiencia y de disfrutar del camino.
La fotografía, para Daniel, es mucho más que una profesión: es una forma de vida, una herramienta de autodescubrimiento y una manera de conectar con el mundo. Su ejemplo nos invita a buscar nuestra propia voz, a valorar la autenticidad y a no tener miedo de recorrer caminos poco convencionales.
En un mundo cada vez más acelerado y superficial, la historia de Daniel nos recuerda la importancia de la vocación, la creatividad y la autenticidad. Nos anima a mirar hacia adentro, a descubrir nuestras pasiones y a vivir con plenitud, sin perder nunca la capacidad de asombro ni el deseo de aprender.
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